José Ricardo Sánchez



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Rafael Serrano

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Fernando Baquero
Miguel Ángel Pulido
Rafael Serrano


Bio/biblio

Artista plástico bogotano, con estudios en Arquitectura, Gestión de Procesos Culturales y de Turismo, Formulación de Proyectos y de Políticas Culturales Urbanas.
Consejero de Cultura de Puente Aranda entre 1.999 a 2.005, interventor de proyectos artísticos y culturales y docente de artes plásticas y de Formulación de Proyectos de cultura. Como artista plástico ha realizado exposiciones desde 1.992 a 2.007 en diversos espacios de la dinámica cultural de Bogotá.
Primer Premio VII Certamen Hispanoamericano de pintura joven, Zamora, España (1992); Primer Premio Barrio Bienal. Instituto Distrital de Cultura y Turismo (1999); Premio Único, Diseño del Afiche IV Carnaval de Puente Aranda (2003); 2ª Mención de Honor, Salón de Agosto, Museo de Arte Contemporáneo. Bogotá (2004); Primer Premio III y V Estímulos a la creación artística en Puente Aranda, Facultad de Diseño Gráfico de la CUN. Bogotá (2005 y 2007); Primer Premio V Salón de Artes Visuales, Kennedy, Arte al Paso (2007);
Tercer Premio II Bienal de Artes de Puente Aranda, Casa Museo Antonio Nariño. Bogotá (2007);
Premio de Creación en Artes plásticas, Secretaría de Cultura, Recreación y Deportes (2008).

Con el oficio de las artes plásticas, desarrolla en forma paralela el de la literatura, obteniendo reconocimientos en poesía en el ámbito local desde el año 2.005 a 2.007, su libro inédito Formas del Abismo da cuenta de su paciencia de artesano con la palabra.


Poética

Cuando al hombre primitivo
una llama incendió sus pupilas
el asombro anidaba en su memoria.
Ahora enciende una pantalla
y ata a la palabra como carnada en la hoja virtual.
La memoria es un centinela dormilón
y la presa se fuga moribunda entre los dedos
otras veces entre el blanco del papel.

La pluma del cazador milenario, sangra.
La pantalla es un agujero negro.


Poemas


MEMORIA EN BLANCO

Cruje la puerta de metal al cerrarse el laberinto.
Un golpe certero en la nuca se escucha al final del recorrido
y las alcantarillas beben la sangre de la víctima.
La memoria de las ratas guarda el último chillido.

No es el minotauro degollando a un joven o a una doncella
sino el toro desquiciado por la cornada al torero
que sentenciado por los aplausos
recibe como premio un golpe de martillo.
No es el minotauro iluminando el sendero
sino la vaca sagrada de la India extraviada de su altar.
No es el minotauro arando la parcela de los sueños
sino Rocinante cansado de luchar con los molinos.

Miles de cascos tallaron en el piso
la metamorfosis del instinto en desesperación.
El alma de las bestias reencarnaba en sus verdugos
a cada golpe de martillo.
La sangre ha sido lavada por la cal.
Los gemidos silenciados por el olvido.
Las ruinas corroídas por el gusano tic-tac, tic-tac.

Si saliera el minotauro de ese laberinto
las ratas perecerían en la hierba
la hierba devoraría el lugar de sacrificio
y en un retazo del cielo
del Matadero Distrital
pastaría un rebaño de nubes.

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TIPO EXPORTACIÓN

Qué es lo que se fabrica en ese lugar
que sus chimeneas exhalan humo rojo
y en sus desagües
los recicladores hacen fila
para envasar el elixir de la vida.
Donde se empacan los sueños al vacío
y aves negras merodean el depósito de almas.

Qué es lo que se fabrica en ese lugar
donde la risa es un mito
y el gesto es una copia de la máquina.
Donde la libertad tiene diferentes presentaciones en la vitrina
y la voz interior es silenciada por los motores en marcha.

Todos los días paso por ese lugar
en mi recorrido de la casa al trabajo
y al regreso de nuevo por allí.
Siento el deseo irrefrenable
de violar el aviso de advertencia
no hay vigilantes ni perros con bozal
ni cámaras que escudriñen la conciencia.
Sólo un aviso que dice: “No cruce la puerta
el juicio de los ángeles ha comenzado”.

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EL VIGÍA

Una cicatriz tiene mi barrio
y no se cuando fue herido de gravedad.
Mi padre dice que en tiempos de Mariano Ospina
mi abuelo que en una época más atrás.

Mi abuelo vio pasar muchas veces una serpiente negra
que se arrastraba por el lugar
fustigada por un relámpago en la noche.
Mi padre decía que era un ciempiés
llevando a cuestas provisiones para un largo viaje.
Fuera serpiente o ciempiés
ambos coincidían en el afecto por escuchar
un silbido agudo o el compás de una marcha.

Sentado junto a la cicatriz todo el día y parte de la noche
sólo he visto pasar la nostalgia
de mi padre y de mi abuelo.
Los vecinos del barrio dicen cuando ellos no están
que la cicatriz va más allá y cruza otros barrios
que une los destinos de los hombres
que también extrañaban al dragón fumando
y a su bramido en cada cruce de caminos.

Lo cierto es que en las noches
sueño desde una ventanita en el vientre
no se si del ciempiés, la serpiente o el dragón
que visito de sur a norte y de oriente a occidente
todo el verde de mi país.
Sueño que mi barrio tiene una cicatriz
como consecuencia de la felicidad.

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