Omar García Ramírez



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Bio/biblio

Escritor y Artista Colombiano.
Realizó estudios de Bellas Artes en la Universidad Nacional de Colombia.
Cinematografía de animación en el ICAIC de la Habana Cuba.
Diseño Gráfico y Multimedia en el CICE de Madrid. España.
Su obra plástica ha sido expuesta en distintos salones de Colombia, España y Portugal.
Ha publicado:
"Sobre el Jardín de las Delicias y otros textos Terrenales" (poesia)1995
"Urbana geografia fraterna" (Poesia) 1998
"La Dama de los Cabellos Ardientes" (Comic) 1998
"Altamira 2001" (novela) 2001
Premio Nacional de Poesía 2008, convocado por la Revista de Poesía Prometeo, de Medellín, con el poemario La Balsa de la Medusa y otros poemas
Publica el blog literario y artístico Griffos de Nneonn: http://griffosdenneonn2.blogspot.com


Poemas

(Tomados de La Balsa de la Medusa y otros poemas, Premio Nacional de Poesía 2008, convocado por la Revista de Poesía Prometeo)


LAS TENTACIONES DE SAN ANTONIO


La ciudad se incendia,

               la ciudad se quema.

               Se inunda

               en su esperma de cerdos rosados,

                baba aftosa; vacas de cornamenta dorada.               



Arriba,

embadurnados cielos

en donde una barca gigantesca se bambolea,

plateados peces salmonean dentro de redes metálicas,

hilos manejados hábilmente por lemures,

gnomos gruesos y cebados

                                            que tratan de pescar nubes,

aguas venenosas y estancadas allá arriba,

mientras a lo lejos…

La ciudad se incendia,

                                    la  ciudad se quema.


Aquí

en mi retiro

en medio de esta soledad,

                    en donde el ojo no debe percibir,

                    el tacto no debe palpar,

                    el gusto no debe degustar,

porque la deliciosa fruta es ponzoñoso manjar

y el agua de la bella samaritana

que viene hacia mí con sus senos desnudos

puede ser ardorosa arena, dama blanca

                                          en mi nariz y mi pecho.



Por esto me entrego a rudos ejercicios lunares

               y deambulo este callejón del silencio.

No me seducen los poderosos con sus viandas,

                               sus doncellas de España,

                               ni sus joyas orientales.



Desde aquí canto

          para desaparecer antes que ellos,

          los que estarán siempre apagando incendios,

          lo necrófagos preparando sus manjares,

reparando los rotos huesos después de sus batallas,

soportando sus traiciones y sus pestes de heno,

lavando sus vestidos purpurinos después de las orgías

                                                                cerca al lago

en donde los cisnes tienen

                                           cabezas de tigre...
                              

Mientras...

                                            A lo lejos,

                                            bajo el cobre líquido y el mercurio denso...

                                            Sus ciudades se incendian.

                                            Sus ciudades se queman.

(De La balsa de la medusa y otros poemas, 2008)

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LA CUESTA


Te vi subir la cuesta
como quien va hacia las nubes que coronan la torre de hielo.
Zancada larga y pelo rojo.
Como quien va hacia la nieve
                                     /que empolva las mejillas del cielo…

Te vi subir la cuesta
blanca la cara, rojo-negro el carmín.
No perdías tu elasticidad de gata
 y los carros aceleraban 
                        /sobre la calle, sobre el silencio, sobre la lluvia.

En la esquina un perro merodeaba
           /y el jíbaro de la chaqueta roja se despedía con un beso.

Te vi subir la cuesta, de nuevo al centro
aleteando ese largo silencio ciego
el pesado abrigo gris
                                /que cubre la espalda de la tarde.


Cuando un gorrión gana su coraza de sueño
no lo para nada, ni nadie.
                                         Ni siquiera el amor.


Te vi subir la cuesta como quien va buscando
a su querido minotauro 
                                          en la ciudad de la quimera.
Un leve rastro de sangre que no fluye.
                                           Se precipita.
Sabor de perro viejo
                                 cicatriz cauterizada.

Te vi subir la cuesta desde la otra esquina
(Fantasma de sombra adoquinada
sabor pesado, metálico en la lengua)

Como quien ve pasar su pesadilla
                                                        y única redención.

(De La balsa de la medusa y otros poemas, 2008) 

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MONÓLOGO DEL MUCHACHO PEZ

Lo que pasa es que quise decir-Lo
con pocas palabras
Por ejemplo:
Decir Catarata, o KaTTaraTTa
Y escuchar el fluir, y el caer, y el golpear, y luego nada,
 Nada..........Nada.........
Pero no se,......Solo
se escuchaba un salpicar sobre la piedra
y sobre el lomo de un pez
y sentía que el lomo de ese pez era viscoso
y tenía una aleta roja que ondulaba como el fuego.
Luego dije:
                 será solo
                 Ojo de pez y Katarata sobre el lomo de la piedra
Y lo dejé, si, lo dejé así un tiempo.
Además no iba a crecer, no iba a saltar,
no iba a cambiar nada, solo una catarata sobre el lomo de un pexz de piedra,  me dije de
nuevo, 
alargando  la visión, girando el telescopio… y lo dejé.

Pero no.
A veces el poeta no se detiene
y es como un tren que marcha
Sobre un riel de hielo blanco y frena
y se  dessslizaaaaaaaaaaaa
el vapor blanco se alza sobre el metal negro
machaca  y cae - machaca  y cae-  machaca  y cae.
  

 El pistón
                  te da de nuevo vuelo.

Digamos que dijera LO CO MO TO RA
y como aquel bebedor de absenta del cabaret Voltaire
hiciera  chuuuuu -  chuuuuu - chuuuuu 
y moviese las manos como pistones
y votara vapor de agua por la boca. 
Asombraría al fuego,  a la ciudad dormida 
                                    y a la guerra de la maquina;
pero no, no estaba conforme y lo dejé.
Me dije que no entendía de esas cosas del dadaísmo-zen
Y el minimalismo. 
Y que mi lengua
no podría trepar por una pared blanca
                                                  /sin grito.

Estuve así un tiempo merodeando y cambiando de posición,
mirando de reojo.
Me colgué como un murciélago de una viga
Y recordé a muchos amigos míos, a los que no les gustaban mis bromas.
Mis amigos –me dije– no tenían sentido del humor.
Alguno quiso apuñalarme por la espalda 
una noche que salía de una taberna maldita.

Dormía colgado como les decía
y no me molestaba el sol.
Solo algunos sueños pesados 
y cierta música que colocaba el muchacho de arriba
y los golpes extraños contra la pared
                                       /a ciertas horas de la noche. 
Las criaturas que danzaban contra mi pecho
pequeños mongoles embriagados de raíces tibetanas.


Así que me cansé y lo dejé también.
Cambié el rollo, desmonté el  chip.
Estaba delgado y pálido. 
Ya no había comida en la nevera
Y mi estomago parecía un gato congelado.


Llegó una amiga por esos días, me aseó
y me afeitó. Luego me puso un par de inyecciones.
Sentado miraba el cristal, el émbolo,  la dulce y luminosa silueta de la medicina.
Supe  que Helga, mi amiga, era buena,
yo no entendía que me decía;
creo que me hablaba en francés de viejas  sorcières  unas veces,
                                  / y otras, en el lenguaje de las matarayas.  


Yo  le  admiraba,  aunque  muchas  veces  su  rostro  se  desfiguraba  y  resbalaba  contra  mi
retina, –como cuando uno mira a su querida a través de una ventana lluviosa y lisérgica–

Pude dormir un poco.
Y luego, cuando me llegó el hambre de nuevo.
Vi que la catarata era grande y blanca 
                                          /traía trozos de hielo
y botellas, cabezas de piragüistas desarticulados
y troncos de bosques calcinados.
Tuve frió y sentí de nuevo al pexz
quería saltar con él, hacia un lago de montaña.

Pero no lo logré…
Caí en las fauces de un oso.
Alimenté al oso en mi dolor quebrado,
y en mi mano creció una garra con la que me arañe
mientras me rascaba, mientras me moría.


En la cocina estaba Helga
era delgada. Más delgada que yo
y  le faltaba un ojo que había remplazado por un rubí.
y en las manos de Helga
Florecían alimentos para el cuerpo y cigarrillos aromáticos
También de la mano de Helga llegaba el vino y cierta
residencia tridimensional sobre la que parecía que resbalase, transitase,
pero de una manera limpia y algodonosa.
Helga hacía papillas de mariposas pardas
                                      y comíamos grillos
                                                                       en la primavera.
Helga me amamantaba en el verano, 
En invierno me acunaba entre sus senos y dormitaba,
                       hibernaba.....
                       Helga por las noches barruntaba.

Por los ríos cercanos de la comarca salíamos a recoger bayas y hablábamos con los
elementales de la isla.
Yo me paraba sobre rocas y me dejaba caer en los acantilados
Sin saber nadar mucho; no sé cómo lograba salir flote y remontar las piedras
–el pexz lo dirigía todo– seguíamos el curso de los ríos al mar y desde las piedras yo
vigilaba la llegada de una nueva Katarata.

Yo me enamoraba de las manta-rayas azules
de las anguilas doradas
y Helga se sumergía Buscando piedras y tesoros.

Después de tres meses cruzados por un verano de fuego
Helga se cansó de la vida en tierra.
El sol, la hiedra, el humo, el ruido.
Se convirtió en sirena
y se fue adentro de la mar con sus aletas.


Como les decía, todo comenzó en la KATARATA
Yo solo…  quería el sonido
Solo el agua que golpeaba.
No quería al pez del lomo rojo adentro
o los senos gravitantes y ondulantes de Helga, 
(Grandes y duros en su delgadez) 
ni su disfraz de sirena tuerta.
Yo solo quería una palabra
                                          Que como un mantra
                                           abriese la puerta silenciosa del agua.

La puerta estaba abierta y el sol cegaba
y quemaba el corazón.
Cristal de piedra, con cinta de oro en mitad de la herida.

K A TA RA TTA
                          PEXz 
                                   OsSO
                                              SIRENnA
                                                              HELgGA


(De La balsa de la medusa y otros poemas, 2008) 

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1 Comentario:

Anónimo comentó sobre esta entrada, así...

El poema del Mónólogo del muchacho pez es quizá uno de mis favoritos de la larga lista que empieza a conformar el blog. Contiene esa poesía que le da vueltas al lenguaje, que lo cocina, que lo vuelve maleable, que no invisibiliza esa lucha cuerpo a cuerpo que uno tiene cada vez que se enfrenta al teclado...
Saludos Omar.