Javier Naranjo



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Bio/biblio


Javier Naranjo Moreno
. Ha publicado los libros de poesía Orvalho (Ojo Editorial, Medellín, 1990), Silabario (Universidad de Antioquia, 1994) y Lugar de cuerpo ciego (Universidad del Valle, 2006); y el libro Casa de las estrellas (Universidad de Antioquia, 1999 y Editorial Alfaguara, 2005), que es una recopilación de expresiones infantiles. Dirigió por nueve años la Casa de La Cultura de El Carmen de Viboral, ha sido docente en áreas afines a la creación literaria, y tallerista en promoción de lectura y escritura creativa.


Poética

ORDEN MUDO




“atención extrema a lo que se oye
y al cuidado máximo
puesto en el olvido de sí mismo”.
Emilio Adolfo Westphalen.


Afuera sobre el mantel de la mesa hay insectos muertos. Los cojo y los arrojo al suelo, no sea que en el orden mudo de la superficie, su muerte disuene. Cierro la puerta, me persigue el afuera que acabo de ver en todo lo que titila lánguido y empecinado. En los bombillos que defienden y guardan las casas de toda acechanza de lo oscuro. Cierro la puerta, la noche se arrastró conmigo, hincó su diente mórbido en mi pierna y ahora está al lado y mueve su cola. Doy vueltas en los cuartos, pongo música, suena algo delicado, veo los cuadros, el caminar de todo lo que entrega sentido: Yo.

Quiero tener momentos de comunión y que escribir sea un accidente. Las flores en las escalas, la sala sombría cuando nadie la habita, la sala que reclama. Los trastos en la poceta, luces. Todo lo que es voracidad.


Poemas

EROSIÓN DEL YO


En la mesa del comedor, mi padre y yo vemos cómo mi madre desespera por hallar las palabras que saben decirla, el acuerdo entre la voluntad de pensar algo y lo pensado. La necesidad de que la conversación entre uno y uno no se extravíe.

Pero el encuentro es difícil, y alguno de los dos que es uno mismo, girará en un carrusel donde espera que el otro lo reciba. Y en la cabeza de mi madre se den un beso largo lo que busca y lo buscado. Y sean ella felices las dos, para que en la mesa recuperemos la cara de que todo está bien. Los rostros tranquilos del entendimiento.

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EL ENAJENADO

Salir de sí para que la cárcel de verse cese.

Para el olvido, y ser todo, nadie y ninguno.

La embriaguez de no llamarse, de no decirse, para que el silencio ocupe.

Ah,
y respirar.

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CONDICIÓN DEL AJENO

Me gusta llegar a un cuarto que no tenga nada mío, ni un cuadro, ni una sábana, mis huellas, ni mi olor. Me gusta saber que nada ahí es mío.

Todo es apenas el rato que duermo en lo provisorio. En la madrugada oigo pasos al otro lado de la puerta, el piso de madera retiembla y afuera en el lavamanos una boca anónima escupe.

Me gusta de ese cuarto de hotel el poco nombre que tiene, los todos nombres que tiene.

Reclino la cabeza en donde tantos la han reposado, y pensaron y sintieron la nada que hay de ellos en todo.

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TELÉFONO

A veces sólo nos queda la noche para encontrarnos y decirnos y hablar desde el hilo que se tiende inseguro de oreja a oreja, de laberinto a laberinto del oído.

Puente endeble que cruza acantilados.

Y en las torres almenadas de las cabezas, ejércitos que se disputan el precario territorio del entendimiento.

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