Mario Rivero (Q.E.P.D)



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José Luis Díaz-Granados
Gonzalo Mallarino Flórez
Federico Díaz-Granados
Juan Gonzalo Mejía

Menciona a:

Héctor Rojaz Herazo (1920-2002) (†)
María Mercedes Carranza (1945-2003) (†)

Álvaro Mutis
Giovanni Quessep
Jotamario Arbeláez
Darío Jaramillo Agudelo
Gonzalo Mallarino Flórez
Juan Felipe Robledo
Federico Díaz-Granados


Bio/biblio

Mario Rivero nació en Envigado, Antioquia, en 1935. Publicaciones: Poemas Urbanos, 1963; Noticiario 67, 1967; Y vivo todavía, 1972; Baladas sobre ciertas cosas que no se deben nombrar, 1972; Baladas, Antología poética, Colcultura, 1980; Mis asuntos, 1986; Vuelvo a las calles, 1989; Del amor y su huella, 1992; Mis asuntos, Antología poética, Arango Editores, 1995; Los poemas del invierno, 1996; Poema con cámara, Camiri 67, 1997; Flor de pena, 1998; Qué corazón, 1999; V salmos penitenciales, 1999 y La balada de los pájaros, 2001. En el año 2001 recibió el Premio Nacional de Poesía “José Asunción Silva” por su vida y obra. Dirige la revista de poesía Golpe de Dados, en Bogotá, que circula hace 35 años.

Fallecido el 12 de abril de 2009.


Poemas


Balada de las casas viejas

¿Por qué las casas viejas, siempre
parecen heridas con cicatrices
y vigas que traquetean y gimen
al paso del viento?
Aunque hay poca probabilidad
de encontrar fantasmas o tesoros
conservan un prehistórico, una vez…

Aunque el tiempo haya borrado las pistas,
podemos venir en busca de vidas
a casas como ésta. Podemos recobrar
a los que sufrieron. amaron, o fueron,
sus nombres se han perdido, igual que su aspecto.
¿Pero quién necesita sus nombres?
Un beso o un sollozo te acogerán…

¿Qué se oye? ¿Qué dicen las casas viejas,
en la lengua fantasiosa del viento?

Sí, vivían aquí, tiempo atrás pero ya han muerto…
Sí, viven aún, pero no aquí…
¡Los sonidos de sus nombres, disueltos!

Todo ha sido barrido, desnudado.
El cartero no aparece en la puerta.
Nadie llena el hueco de la ventana,
apenas un gato que maúlla en plan de escapar,
por sobre el tejado musgoso
y un única dalia, que abre, colándose,
sobre una tierra de olvidos…

A través de cuartos, sin nadie,
oímos el paso de otros días.
Alzando los pliegues del silencio,
elegimos algunos hechos:
La llave fácil en la puerta. La consola
que decoraba el umbral , contra la que sonrió
al apoyarse, el que volvía.
El aroma y el gusto del café. El lecho conyugal
el balón de un niño olvidado después del juego,
o la vida, la vida siempre, y por supuesto,
rompiendo y separando,
a dos que alguna vez estuvieron unidos…

¿Qué se oye? ¿Qué dicen los fantasmas, los ecos?
Es la ausencia quien nos recibe, el reverso.

Las paredes que aún siguen firmes
hablan de cosas que jamás nos han sido confiadas,
sus misterios nunca los desvelarán.
Pero en esta sala que hoy clama de abandono,
pudo haberse oído alguna vez el tintineo de las copas,
o ser el cuarto donde una mujer dio a luz.
O pudo haber vivido aquí aquella muchacha
que se escapó con su maleta una mañana,
o el extraño y fugaz compañero de bar,
que supimos se disparó un pistoletazo,
y siguió siendo un desconocido para todos.

Las casas viejas, heridas de muerte,
las que no se restauran,
habitadas por fantasmas, por murmullos y por viento,
condenadas a la piqueta y a la hierba,
no siempre existió el pasado en ellas.
Alguna vez fueron andamios y albañiles que silbaban,
material de derribo, no siempre fueron.

Desguarnecidas, abandonadas,
han roto ya con ese último vínculo:
El de quien toma una lámpara y abre la puerta
para dar una última mirada de amor,
como una última luz, sobre las aguas de lo ido.

::


La balada de los hombres hambrientos

Los hombres hambrientos tienen oro
casas con retretes de mármol
y vestidos suntuosos
Pero no pueden matar el hambre y la sed
del tigre de sus ojos

Los hombres hambrientos son
en alguna forma hermosos
Por una magia mortal y execrable
sus oídos se han vuelto sordos
Pero los hombres hambrientos simulan oír
y pagan bien a los cantores

Pregonan una extraña desesperación
han perdido el recuerdo de los humanos olores
caminan para buscar un aroma imbuscable
el de los tallos de las flores muertas y de los pétalos podridos
el olor que al mismo tiempo es
el olor de la muerte y el olor del nacer

Se cubre de moho el corazón
de estos hombres hambrientos
Se entrecruzan a la deriva No se ven Son muchos en movimiento
Sus mujeres lavadas en agua de caros perfumes sintéticos
adustas acechan también
aquel olor que alcanza los huesos
Si levantan las cabezas hacia cosas más altas
no distinguen otra cosa que el viento
Remeros esclavos en un gran bajel de oro
van los hombres y mujeres hambrientos…

::


La elegía de las voces

Si no puedes ya amar el licor ardiente, las bromas y los ruidos
si el teléfono no suena nunca,
y si abandonado te encuentras,
rodeado por doquiera de despedida,
qué queda más que hablar con las voces
de la memoria, en las que todo se ha convertido?

Voz del amor ---Olvídalo--- Como un cristal rompiéndose,
y las que se perciben como en sordina, ahora, que se acentúa el oído,
llegadas de algún entonces, en donde permanece
algo de aquello que nos fue preciso.
Algo de aquello donde el alma temblara:
¡tan una vez! ¡tan allí! ¡tan por fin!...

Y hay las voces que oímos entre somníferos.
las que nos sobresaltan desde una olla de negrura,
Pasada la media noche ---como si fuera la hora de la memoria---
---o de las cuentas de la vida---
con sus diferentes modos de hacernos morir,
de bruces, entre cuatro paredes.
Inmóviles ---no gritando---
---no el cuerpo en el cuerpo---
dando vuelta al reloj que acercará de todos modos
la hora de algún personal Apocalipsis,
el momento en que todo puede ocurrir
mientras los pedales de la noche se mueven…

Y hay voces que nos acompañan en un silencio de prisión,
Profundamente, ---profundas--- bajo nuestra violencia.
Que nos gritan a menudo su “NO”. Nacen y mueren.
Y otras efímeras, ---de tan ligeras,
Que en cada instante tú las ignoras.
Hay las que se confunden en imágenes
y pertenecen al gran poema del mundo ---de la tierra---

El poema anónimo de alguna hora en toda su belleza,
con la que desafía a todo lo que vale la pena:
Voz del campo antes de la primera estrella.
Rumor de sauces desflecados que cabecean sobre las aguas,
entregados al vaivén que es el mecer de la melancolía.
El balancín de la tristeza,
en las sutiles señalizaciones terrestres.
Y voces de pequeñas fogatas en el atardecer
en donde aprendimos a leer en la lengua de los sueños.
O la del perro amarrado a esa puerta caída,
tal como lo acomodaron los últimos en irse,
y que es más, sin más la Palabra de la Muerte,

* * *

Hay voces de siglos:
la de la ola arrojada al arrecife.
La voz de las cascadas,
la de las conchas que hablan sin cesar,
y que acerca a la oreja para escuchar el mar aquel que está muy solo,
la de hojas caídas que amontonadas ruedan, o se mueven.
Y otras que son todo lo que debe ser, aún:
las de muchachas y muchachos dispersándose
al final de la fiesta ---al retomar su día---
en donde nunca deben apagarse las luces,
en donde siempre debe escucharse la música…

* * *

Voces de eternidad, ---De lo arcangélico---
Alas sobre nosotros?
Sobras de alas que inventa la ebriedad, la vigilia, la fiebre.
Cuando el objeto del deseo está más allá ---Oscuro?
cuando ceden los bornes de la mente ---en la vela---
Y hay voces intraducibles, voces truncas,
para el desvelamiento de un secreto
que roza y que de pronto se detiene…
Y otras que no tienen de dónde ni a dónde caer,
las sonámbulas, fuera de su contexto,
y las que se crean de la nada algunos días,
perdidas en un simple juego de cadencias.

* * *

Y hay las que permanecen en las cosas ---y duermen---
de una extremada levedad, de otra acústica,
que más que oír, sentimos.
Aliento detenido que antes de ser, se esfuma,
en el hálito breve de las habitaciones vacías,
en los viejos arcones de madera,
en espejos de deslustradas lunas…

Voces que son de allá ---de un olvido---
Que quedaron atrás, en el más atrás de nuestras vidas
encerradas entre los álbumes, entre los sellos de correos,
entre las desgranadas etiquetas de unas maletas…
de las rutas que fueron y de vientos que te reclaman
desde la Cruz del Sur hasta las estrellas de Alfa y Omega.

Y aún hay voces rechazadas, inhibidas,
llenas de culpabilidad,
amordazadas en cuanto sea posible:
las de los vasos de whisky o del café y los cigarrillos,
temblorosas, agachadas en la soledad de las bocas.

Voces de encuentro y voces de apartamiento.
Voces primeras, sin más adónde ir ---solo adentro---
que trabajan calladas para situarse en el verso.
Voces para contar los sueños mientras sueñas..
caminos oscuros por donde recobro ---otras vez como al empezar---
mi corazón de niño perdido
desde las palabras del poema.

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2 Comentarios:

Paula comentó sobre esta entrada, así...

La voz del poeta "...que es más, sin más la Palabra de la Muerte..." y una promesa de resurrección.

Anónimo comentó sobre esta entrada, así...

http://www.antologiacriticadelapoesiacolombiana.com/mario_rivero.html